sábado, 16 de octubre de 2010


 Universidad Pedagógica Nacional

Maestría en Educación con campo en Formación Docente

Concordia, Sinaloa.

Módulo

ESCUELA, SUJETOS Y CONOCIMIENTO


Reseña del libro

BRUNER, Jerome.
Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva
 Ed. Alianza. Madrid,  España, 1991. 153 pp, 







Miguel Ángel Martínez Vázquez





Reseña del libro:
BRUNER, Jerome.
Actos de significado. Más allá de la revolución cognitiva 
Ed. Alianza. Madrid,  España, 1991. 153 pp.


           

            El libro “Actos de significado”, es un libro sencillo que está por cumplir los veinte años, en el que Bruner nos habla de varias cosas alrededor de la manera en que los seres humanos crean los significados.
            El libro consta de cuatro capítulos:

1.     El estudio apropiado del hombre.
2.     La psicología popular como instrumento de la cultura
3.     La entrada en el significado
4.     La autobiografía del Yo.


            Comienza censurando a la Revolución Cognitiva por abandonar la construcción del “significado” como su principal objetivo, optando en su lugar por el “procesamiento de información” y la computación. En el segundo capítulo, hace un llamado para que se tome en cuenta en los estudios de la condición humana; lo que he llamado “psicología popular”, esas nociones culturales por medio de las cuales la gente organiza la manera en que se ven a sí mismos, a los demás y al mundo en que viven. Insiste en que la psicología popular es una base esencial no sólo del significado personal sino también de la cohesión cultural. También intenta mostrar que la psicología popular no es tanto un conjunto de proposiciones lógicas sino que se trata de un ejercicio de narración, de contar historias. En el capítulo tercero, Bruner explora los orígenes  de la predisposición que tenemos los seres humanos  a participar en la cultura humana y usar sus narraciones. Explica cómo el niño, llega a participar en la cultura usando el lenguaje y su discurso narrativo in vivo. Llega incluso a especular con la idea de que la gramática humana podría haber surgido a partir de la necesidad de narrar. Por último, muestra cómo las vidas y los Yoes que construimos son el resultado de este proceso de construcción de significados. Pero también deja claro que los Yoes no son núcleos aislados de conciencia encerrados en nuestras cabezas, sino que se encuentran “repartidos” de forma interpersonal. Ni tampoco los Yoes surgen desarraigados en respuesta sólo al presente; también toman significado de las circunstancias históricas que dan forma a la cultura de la que son expresión.

1.     El estudio apropiado del hombre.
           
            En este capítulo, Bruner, hace una recopilación histórica y un reclamo a los primeros creadores de la Revolución Cognitiva (entre ellos él mismo) por haber desviado el rumbo. Dicha revolución, como se concibió originalmente, venía a exigir prácticamente que la psicología uniera fuerzas con la antropología, la lingüística, la filosofía, la historia e incluso con el derecho. Bruner analiza lo que pasó en ese entonces y concluye que la razón por la que se desviaron de la idea original fue por la adopción de la computación como metáfora dominante. Eso los llevó a cambiar el centro; en lugar de tener al “significado” como el centro de la psicología, se centraron en la “información”; en lugar de perseguir la construcción de significados se concentraron en la manera en que los seres humanos procesan la información que les llega.
            En el procesamiento de la información, los mensajes se guardan o se toma de un lugar específico de la memoria. Esos mensajes son utilizados de diferentes maneras: ordena, enumera, combina, compara, etc. por una unidad de control central. Un mensaje es informativo si logra reducir el número de elecciones alternativas. De acuerdo con esta disposición, la información solo se relaciona con el significado de manera similar a un diccionario: accede a la información almacenada siguiendo un sistema de codificaciones. Un sistema así no le da el valor que tiene a la cultura, a las relaciones metafóricas, o a las que son difíciles de definir pero que influyen en la conducta humana.
            La acción basada en creencias, deseos o compromisos morales es considerada por los científicos cognitivos como algo que hay que evitar a toda costa. Por tal motivo Bruner describe a detalle la manera en que se puede ir regresando a la Revolución Cognitiva hacia una ciencia de lo mental en torno al concepto de significado y los procesos mediantes los cuales se crean y se negocian los significados dentro de una comunidad.
            Bruner hace énfasis en que los sistemas simbólicos que los individuos utilizan al construir el significado son sistemas que ya se encuentran profundamente arraigados en el lenguaje y la cultura. La cultura se convierte en el principal factor principal a la hora de conformar las mentes de quienes viven dentro de ella.

            Según menciona Bruner, hay tres puntos que mencionar en la relación de la cultura con la creación de los significados:
  1. El argumento constitutivo: La participación del hombre en la cultura y la realización de sus potencialidades mentales a través de la cultura hacen que sea imposible construir la psicología humana basándonos sólo en el individuo.
  2. En virtud de nuestra participación en la cultura el significado se hace público y compartido. Nuestra forma de vida, adaptada culturalmente depende de significados y conceptos compartidos, y depende  también de formas de discurso compartidas que sirven para negociar las diferencias de significado e interpretación.  Los significados no sirven de nada a menos que consigamos compartirlos con los demás. Es decir, vivimos públicamente mediante significados públicos y mediante procedimientos de interpretación y negociación compartidos.
  3. La psicología popular es la explicación que da la cultura al motivo por el cual hacemos lo que hacemos. Lo que hace que los seres humanos funcionemos.

            Para Bruner el concepto de psicología cultural - o folclórica - es sumamente importante, tanto que le dedica los primeros dos capítulos del libro y continúa siendo el tema central en los siguientes dos. Utiliza el primer capítulo para decirnos que el “estudio apropiado del hombre” es a través de su cultura, sin la cual perdemos una parte básica de nuestra identidad; estudiar al hombre sin considerar el contexto en el que se desenvuelve es perder el tiempo. Luego nos menciona que debemos aprender a utilizar a “la psicología popular como instrumento de la cultura”, principalmente por el hecho de que los motivos por lo que hacemos lo que hacemos están arraigados en la manera de pensar y de sentir de la cultura en la que nos encontramos interactuando. Eso nos lleva a “la entrada en el significado”, o dicho de otro modo, la manera en que nos introducimos en los primeros significados en nuestra vida y las habilidades protolingüisticas con las que venimos equipados desde el nacimiento y que nos llevan hacia la adquisición del lenguaje que nos permite llegar a una de las figuras más importantes para poder entender la cultura y la psicología de esa cultura: la narración. Por medio de esa narración podemos dar nuestra versión de los hechos y de esa manera construir una “autobiografía del Yo”, una versión de por qué somos lo que somos desde nuestro punto de vista.
            De manera que la psicología popular y el entendimiento de su narrativa se constituyen en los conceptos más importantes - a mí entender -  que Bruner trata de transmitirnos en este libro.

            La parte más complicada para que la psicología centrada en el significado tenga una aceptación más generalizada se centra en dos cuestiones de la psicología científica. La primera tiene que ver con la restricción y depuración de los estados subjetivos, lo difícil de aceptarlos como conceptos explicativos; es decir, Bruner comete el “pecado” -como lo llama él- de elevar la subjetividad al estatus explicativo. La segunda se trata de la diversidad cultural, lo cual requeriría una teoría psicológica para cada cultura.
            Estos dos motivos han llegado a complicar el avance de la psicología cultural y de la psicología centrada en el significado. Bruner recalca que una psicología sensible a la cultura debe estar basada no sólo en lo que la gente hace, sino también en lo que dicen que hacen y en lo dicen que los llevó a hacer lo que hicieron. También se debe ocupar de lo que la gente dice que han hecho los otros y por qué. Principalmente se ocupa de cómo dice la gente que es su mundo.
            Resulta complicado estudiar al hombre desde esta perspectiva  principalmente porque la gente no es capaz de describir correctamente la base de sus elecciones, tampoco las cosas que afectan esas elecciones. El significado que los participantes en una interacción cotidiana atribuyen a la mayor parte de los actos depende de lo que se dicen mutuamente antes, durante o después de actuar. Por lo tanto es importante estudiar lo que se hace y ver como eso nos revela lo que la persona siente o piensa. En una psicología que se oriente culturalmente, decir y hacer constituyen una unidad funcional inseparable. La teoría fundamental de este tipo de psicología es más bien que la relación entre lo que se hace y lo que se dice es interpretable.
            Bruner hace énfasis en que la psicología cultural no puede reducirse a conceptos generalizados que expliquen la aparición de variantes locales en las leyes universales de la conducta. Se propone demostrar que las verdaderas causas de la acción humana son la cultura y la búsqueda del significado dentro de la cultura, el sustrato biológico, los denominados “universales de la naturaleza humana”, no es una causa de la acción sino, como mucho, una restricción o una condición de ella, pone el ejemplo de que el motor del carro no es la “causa” por la que vamos en coche al supermercado para hacer las compras, admitiendo, por supuesto, que sin el motor no podríamos desplazarnos en coche hasta el supermercado.
            Me gusta su definición de herramientas culturales:
            “Las herramientas de cualquier cultura pueden describirse como un conjunto de prótesis mediante las cuales los seres humanos pueden superar, e incluso redefinir, los «límites naturales» del funcionamiento humano”
               Se refiere a que las cosas que una cultura desarrolla son para superar lo que la naturaleza nos ha dado, cosas para ser más capaces en el desempeño de lo que queremos lograr. Por ejemplo, hemos desarrollado sistemas de registros para superar nuestra capacidad de memoria, herramientas de trabajo que nos hacen más fuertes, ropas que nos hacen más resistentes al clima, etc., todo lo cual junto con las maneras de pensar y sentir forman parte de una cultura que va a influir y en la mayor parte de los casos a determinar las decisiones que tomamos.
            Finalmente antes de pasar a reseñar el segundo capítulo de este interesante libro, me gustaría hablar de lo valores de una cultura. Según Bruner, existen dos puntos de vista psicológicos erróneos para decidir cuáles serán nuestros valores: uno de ellos se basa en un concepto muy racionalista y el otro es sumamente visceral. Los racionalistas adoptan un punto de vista que deriva de la teoría económica y cuyo ejemplo más característico es, quizá, la teoría de la elección racional. De acuerdo con ellos, nuestros valores se notan en nuestras elecciones, situación por situación, y guiados por modelos racionales, como la teoría de la utilidad, las reglas de optimización, la minimización del dolor, o 1o que sea. Según los que siguen el enfoque irracional los valores están en función de reacciones viscerales, conflictos psíquicos desplazados, el temperamento y cosas por el estilo. Los  irracionalistas toman la cultura como una fuente de aprovisionamiento, una especie de tienda de autoservicio de valores entre los que uno elige en función de sus impulsos o conflictos individuales. Bruner recalca que ambos puntos de vista están equivocados, ya que los valores de los miembros de una cultura sirven para proporcionar una base para llevar una forma de vida satisfactoriamente o, al menos, para llevar a cabo negociaciones.
            De modo que cuando se estudia una cultura se debe tener la capacidad para construir el conocimiento y los valores desde diferentes perspectivas sin perder el compromiso con los propios valores. Lo cual permite a la psicología popular entender las creencias de una cultura que hacen que la gente viva junta a pesar de grandes sacrificios personales.

2.     La psicología popular como instrumento de la cultura.

            En este capítulo Bruner  trata de explicar qué es lo que entiende por “psicología popular” como sistema mediante el cual la gente organiza su experiencia, conocimiento y transacciones relativos al mundo social. Se detiene un poco en la historia de esta idea para dejar más claro cuál es su papel en la psicología cultural. Luego se ocupa de algunos de los componentes cruciales de la psicología popular, lo cual lo lleva a ocuparse de la cuestión de qué clase de sistema cognitivo es la psicología popular. Como su principio de organización es narrativo en vez de conceptual, se ocupa de la naturaleza de la narración y cómo se construye en tomo a expectativas establecidas o canónicas, y el manejo mental de las desviaciones respecto a dichas expectativas.
            Divide el capítulo en nueve secciones; de manera que es más sencillo reseñar siguiendo dicho modelo, con la intención de que los conceptos que Bruner trata de transmitir no se pierdan en las generalidades.
            La primera sección del capítulo es sencilla: hace un resumen del capítulo anterior y una introducción al actual, estableciendo las metas que desea alcanzar. Ese estilo de escritura es interesante ya que le permite tocar los mismos temas en tres ocasiones: cuando avisa los que va a decir, cuando lo dice y cuando hace un resumen en el siguiente capítulo. De esta manera los conceptos que trata de transmitir quedan más claros en la mente del lector.
            La segunda parte del capítulo la utiliza para hacer, una vez más, una definición de “psicología popular” y darnos una reseña histórica del término. Menciona a Heiden, y comenta que  empezó a defender elocuentemente que, puesto que los seres humanos reaccionaban mutuamente en función de su propia psicología (en lugar de, por así decir la psicología del psicólogo) sería mejor que estudiáramos la naturaleza y los orígenes de la psicología “intuitiva” que otorgaba significado a sus experiencias.
            Más adelante, en la tercera sección de este capítulo, puntualiza unos componentes fundamentales que la psicología popular debe tener. Entre dichos componentes se encuentran más que otras cosas las creencias y los deseos. Dichas creencias y deseos son comunes a una sociedad al menos hasta el punto de permitirnos convivir, sin embargo esa misma sociedad modifica nuestras propias creencias y deseos. Por consiguiente, en la psicología popular se da por supuesto que la gente posee un conocimiento del mundo que adopta la forma de creencias y se supone que todo el mundo utiliza ese conocimiento del mundo a la hora de llevar a cabo cualquier programa de deseos o acciones. La psicología popular trata de agentes humanos que hacen cosas basándose en sus creencias y deseos, que se esfuerzan por alcanzar metas y encuentran obstáculos que superan o que les doblegan, todo lo cual ocurre en un período prolongado de tiempo.
            En la cuarta parte se introduce en el mundo de la narración. Dedica el resto del capítulo a hablar de los componentes de la narración, de sus características y de la manera en cómo la narración es una parte fundamental de la psicología popular.
            Tal vez la característica más importante de una narración sea su secuencialidad:

            “Una historia describe una secuencia de acciones y experiencias de un determinado número de personajes, ya sean reales o imaginarios. Estos personajes se representan en situaciones que cambian... [a] las que reaccionan. Estos cambios, a su vez, revelan aspectos ocultos de las situaciones y de los personajes, que dan lugar a una situación problemática que requiere nuevos pensamientos o acciones, o ambas cosas a la vez. La respuesta que se da a esta situación hace que concluya la historia”
            Otra característica de la narración que Bruner menciona en la quinta parte de este capítulo es su especialización en la elaboración de vínculos entre lo excepcional y lo corriente. La psicología popular se centra en lo esperable, lo deseado, sin embargo posee medios muy poderosos para hacer que lo excepcional y lo inusual se presenten de una forma comprensible. La narración se vuelve el instrumento de la psicología popular que le permite encontrar un estado que mitigue o al menos haga entendible las cosas que se salen de lo usual o de lo “socialmente aceptado”.
            Luego, en la sexta parte, Bruner nos habla de las cinco características  que, según Burke, tienen las historias bien construidas: Un actor, una acción, una meta, un escenario y un instrumento. A éstas, Bruner le agrega una sexta: un problema. Dicho problema consiste en algún desequilibrio en las cinco características principales. Una historia, llevada a término, es una exploración de los límites de la legitimidad. Narrar una historia nos obliga a optar por una postura, nos obliga a tomar partido, nos hace tener una postura moral aun cuando sea contra las posturas morales. La narración  se vuelve un intermediario entre el mundo canónico de la cultura y el mundo más idiosincrático de las creencias, los deseos y las esperanzas.
            Las historias que se recuerdan mejor son aquellas en las que ponemos parte de nuestra misma subjetividad, dice Bruner en la séptima parte. Menciona tres razones. La primera es que entrar en las historias subjetivas es más fácil, es más sencillo identificarse con ellas. Una historia se vuelve una experiencia vicaria. La segunda hipótesis tiene que ver con la manera en que podemos distinguir entre la historia y el narrador. Todas las historias se encuentran matizadas por el cristal de quien la cuenta, por lo que las historias se vuelven instrumentos de negociación social; siempre pueden estar a medio camino entre lo real y lo imaginario por muy verdaderas que sean. Finalmente, Bruner menciona como tercera especulación que es más fácil vivir con versiones alternativas de una historia que con premisas alternativas de una explicación científica.
            La penúltima parte de este capítulo es utilizada por Bruner para describir el papel de la psicología popular en forma narrativa en la “organización de la experiencia”. Se concentra en dos cuestiones: la elaboración de marcos o esquemas y la regulación afectiva. La elaboración de marcos proporciona un medio de construir el mundo. La manera típica de hacerlo es la narrativa debido a que lo que no se narra cómo historia se pierde en la memoria. La experiencia y la memoria del mundo social están fuertemente estructuradas en su cultura no sólo por concepciones profundamente internas y narradas de la psicología popular sino también por las instituciones históricamente enraizadas que una cultura elabora para apoyarlas e inculcarlas. La memoria trata de reconstruir las historias basadas en los cánones sociales y tiende a justificar - o al menos a explicar- las conductas que se salen de esos cánones.
            Por último, menciona que las narraciones no se pueden reducir a su trama o al dramatismo que poseen, sino que dependen en gran medida de las figuras literarias como metáfora, metonimia, implicación y otras figuras. Bruner  menciona que sólo podremos comprender los principios que rigen la interpretación y elaboración de los significados, en la medida en que seamos capaces de especificar la estructura y coherencia de los contextos más amplios en que se crean y transmiten significados específicos.
            Es interesante el salto que da en este capítulo de la psicología social con la que inicia a una descripción de la narración y sus características, es importante la manera como las enlaza el final y nos hace ver que por medio de las narraciones de una cultura es más fácil entender lo que se piensa y se siente en dicha cultura, al analizar la manera en que la gente matiza, justifica e interpreta las cosas que se salen de la normalidad entenderemos algo de esa gente.

  1. La entrada en el significado
           
            En este capítulo - que Bruner divide en siete secciones- el autor nos introduce en las etapas infantiles y nos lleva a conocer la manera en que inicia nuestro proceso de comunicación y nuestra capacidad para narrar y para darnos explicaciones de lo que está pasando.
            Recordemos que los seres humanos, al interactuar entre sí, crean un sentido de lo canónico y lo ordinario que se constituye en telón de fondo sobre el que se puede interpretar y narrar el significado de lo inusual, de aquello que se desvía de los estados “normales” en la condición humana; de esta manera utiliza este capítulo para examinar algunos de los caminos que conducen a los niños pequeños - “jóvenes seres humanos” los llama Bruner - a lograr su poder de narrar.
            En la segunda parte (la primera es la introducción) el autor se concentra en definir la “biología del significado”. Hace mención de que un significado no depende solamente de un signo y de su referente sino también de su intérprete. Así pues un lenguaje, que no es otra cosa que signos interpretados, requiere procesos de adquisición que llevan tiempo. Escribe sobre tres grandes conclusiones sobre la adquisición del lenguaje:
  1. Para adquirir el lenguaje el niño requiere mucha ayuda e interacción con los adultos que lo cuidan. El lenguaje se adquiere utilizándolo y no como simple espectador.
  2. Algunas funciones o intenciones comunicativas están ya establecidas en el niño desde antes de que pueda utilizar un lenguaje formal con el que las pueda expresar lingüísticamente.
  3. La adquisición del lenguaje es muy sensible al contexto. El niño es más capaz de captar las palabras y los aspectos de la gramática cuando comprende el contexto en el que se usan.
           
            Llama la atención la manera como Bruner hace énfasis en las características que los niño poseen  antes de poder adquirir un lenguaje, lo que él llama: protolingüisticas;  es decir, características innatas que nos permiten desarrollar un sistema de comunicación.
            En la tercera sección se menciona la manera como esas características innatas nos facilitan la adquisición del lenguaje. Sin embargo estas formas no evolucionan en un lenguaje estructurado sino que son reemplazadas por éste. Lo que determina el orden en el que el niño va adquiriendo el lenguaje depende de sus necesidades de comunicación, es el impulso de construir narraciones.
            Dichas narraciones deben tener cuatro componentes gramaticales fundamentales:

  1. Un medio que enfatice la acción humana, que marque los objetivos.
  2. Un orden secuencial.
  3. Una sensibilidad para lo que es correcto y lo que no.
  4. Un narrador.

            Más adelante, Bruner menciona que las narraciones que se salen del orden establecido por los cánones sociales son las más interesantes, son aquellas que logran despertar la imaginación y el poder de desencadenar narraciones en niños muy pequeños. Los niños son capaces de encontrar explicaciones a cosas que se salen de lo normal y crean relatos sobre ello, sin embargo no son capaces de explicar las cosas que siguen el patrón establecido.
            En la quinta parte del capítulo, el centro es la utilización que los niños hacen de sus narraciones. Habla de la manera en que los niños aprenden haciendo; narran eventos en los que el niño es protagonista, aprenden que lo que uno hace se ve influido en la manera en que uno cuenta lo que hace. De manera que para narrar de manera convincente una versión de los hechos no se requiere sólo del lenguaje, sino de dominar las reglas sociales. Mientras adquiere estas habilidades, el niño aprende también a utilizar algunos de los instrumentos menos atractivos del mercado retórico: el engaño, la adulación, y demás argucias. Pero aprende también muchas de las formas útiles de interpretación y, gracias a ello, desarrolla una empatía más penetrante. Y así entra en la cultura humana.
            En la penúltima parte, Bruner hace una reseña de un libro llamado “Narraciones desde la cuna” en el que se hace una descripción de grabaciones a una niña entre los 18 meses y los 3 años de edad. En dichas grabaciones se comenta la manera como ella gradualmente fue enriqueciendo sus narraciones por medio de lo que aprendía de los adultos que la rodeaban. Se observa que los soliloquios son mar ricos en recursos que las comunicaciones con los mayores, y parece centrar su interés en las razones por las que la gente hace las cosas. Es una parte muy interesante por la manera en que Bruner analiza cada paso que la niña - Emily- va dando en el desarrollo de sus habilidades.
            El capítulo finaliza con un resumen de lo que se ha venido mencionando y nos deja la conclusión de que los niños están naturalmente predispuestos a ser narradores y nosotros los equipamos con modelos y procedimientos para que perfecciones esas habilidades.

4.     La autobiografía del Yo.

            En el último capítulo de su libro, Bruner se concentra en la definición del Yo. Da un salto en el tema que venía tratando para hablarnos de las diferentes maneras que se han utilizado a lo largo dela historia para definir las características humanas. Menciona las limitaciones de las pruebas y test para poder entender el Yo, y cómo la revolución cognitiva se vio impulsada a buscar las respuestas en el exterior, no solo en factores intrapsíquicos, entender el contexto como parte de la definición del Yo. Utiliza el ejemplo del conocimiento y la manera en que lo adquirimos para ayudarnos a entender que el Yo no se encuentra sólo en el individuo, sino que una parte de su Yo se encuentra en las personas que lo rodean y en el contexto en el que se desenvuelven. Un Yo “distribuido”.
            Por ejemplo el conocimiento de una persona no se encuentra simplemente en su cabeza, sino también en las anotaciones que uno ha tomado en cuadernos accesibles, en los libros con pasajes subrayados que almacenamos en nuestras estanterías, en los manuales que hemos aprendido a consultar, en las fuentes de información que hemos conectado a nuestra computadora, en los amigos a los que podemos recurrir en busca de una referencia o un consejo, y así sucesiva y casi infinitamente. De la misma manera nuestra definición de nosotros mismos no está sólo en nosotros mismos, sino en nuestro alrededor, en las personas que nos rodean y en el papel que jugamos en nuestro micromundo. De manera que así como el conocimiento está distribuido también el Yo se encuentra distribuido, y así como debemos tener manera de rescatar el conocimiento y volver a tenerlo a nuestro alcance, debemos poder recuperar el Yo que hemos guardado en otras personas por medio de un recurso muy importante, la narración.
            Y de este modo volvemos a caer enlazados en la narración, Bruner nos vuelve a meter el mismo juego de definir y utilizar la narración como recurso dela psicología popular para poder entender el mundo en el que vivimos y las razones por las que somos como somos.
            La persona tiene recuerdos, ideas que se encuentran desordenadas y que por medio de la narración adquieren un orden que les permite dar una visión diferente de su realidad, de manera que la realidad no ha cambiado, sino sólo SU manera de verla y de narrarla, al narrarla de una manera coherente, viable y apropiada logra encajar mejor en sus propios conceptos.  Logramos nuestra identidad personal y el concepto de nosotros mismos mediante el uso de la configuración narrativa, y damos unidad a nuestra existencia entendiéndola como la expresión de una historia singular que se despliega y desarrolla. Estamos en medio de nuestras historias y no podemos estar seguros de cómo van a terminar; tenemos que revisar constantemente el argumento a medida que se añaden nuevos acontecimientos a nuestras vidas. El Yo, por consiguiente, no es una cosa estática o una sustancia, sino una configuración de acontecimientos personales en una unidad histórica, que incluye no sólo lo que uno ha sido sino también previsiones de lo que uno va a ser.
            De tal manera que el estudio del Yo debe centrarse en dos requerimientos estrechamente relacionados entres si:
  1. Los significados en función de los cuales se define el Yo, tanto por parte del individuo como por parte de la cultura en la que se desenvuelve
  2. Prestar atención a las prácticas en que el significado del yo se alcanza y se pone en funcionamiento.

             Para que resulten viables en una psicología cultural, los conceptos (incluido el “YO”) deben llevar consigo una especificación acerca de cómo hay que usarlos tanto en la acción como en el discurso que rodea a la acción.
            Pero la historia mayor revela una fuerte vena retórica, como justificación por qué era necesario (no en un sentido causal, sino moral, social, psicológico) que la vida siguiese un camino determinado. El Yo cuando narra, no se limita a contar, sino que además justifica. Y el Yo, cuando es protagonista, siempre está, por así decir, apuntando hacia el futuro. Una autobiografía es por tanto bastante descriptiva de los deseos y del punto de vista del autor.
            Bruner termina su libro describiendo los trabajos con una familia a la que entrevistaron durante cerca de un año, recopilando las diferentes biografías y luego hablando con todos ellos para de esta manera tener otra percepción de sus historias, de manera que pudieron observar como sus conductas estaba regidas por normas familiares y personales que les daban una característica de grupo y al mismo tiempo les daban una individualidad, un Yo, que dependía a su vez de la manera en como los demás los percibían y de cómo ellos se dejaban influir por su contexto. Así que cada uno formaba su propio yo e influía en la conformación de los Yoes del resto de su familia.

           
Conclusiones.

            Como le he venido mencionando, el libro me ha parecido muy interesante. Bruner sigue un estilo narrativo informa, de sillón. Va platicando las cosas que va a hacer, como dese hacerlas y luego regresa a los cabos que había dejado sueltos, me parece bien estructurado y creo que logra trasmitir la idea general de que es necesario comprender la cultura en la que se desenvuelve un individuo si queremos llevar a comprenderlo a él, ya que ambos se influyen mutuamente. La parte que me sigue pareciendo sumamente complicado es entender el título de la obra, yo la hubiera llamado: “Narrativa y psicología popular” o tal vez, “el estudio del significado”. Es un buen libro, recomiendo que lo lean.